domingo, 17 de mayo de 2009

DE SIERRA A COSTA


Trasladando en la mano derecha una caja llena de recuerdos y en la izquierda un saco de arroz, utilizados como equipaje para  llevar sueños y esperanzas por cumplir, María Rosmery Vargas Alayo (17), decide emprender  un largo y anhelado viaje a Trujillo - La Libertad, en busca de una ciudad con oportunidades que en  su querido Bandurria - Quiruvilca (sierra liberteña) no pudo encontrar.

El país ha experimentado un desplazamiento masivo desde el campo hacia la urbe en las décadas cincuenta, sesenta y setenta, durante los últimos 20 años un creciente número de campesinos provenientes de la sierra peruana practican lo que se puede llamar migración circular. Esto se manifiesta en un giro constante entre el pueblo de origen y la ciudad con el fin de aprovechar las oportunidades económicas que ofrecen ambos mundos.

Vargas, en el 2004, a sus 13 años de edad sufre la pérdida de su madre a causa de una hemorragia que no pudo ser tratada a tiempo por culpa de la gran distancia que existe entre Quiruvilca y Bandurria, quedando su padre a cargo de 8 hijos y siendo ella y sus hermanos mayores los que apoyen a su progenitor en el trabajo de campo; “le ayudaba a botar piedras, a sembrar, a cosechar papa, oca, olluco, y yo también criaba animales como ovejas, carneros, vacas y mulas.” Comenta Vargas.

“Quería trabajar por eso vine, además acá se gana más plata y es un ambiente diferente en todo, en la comida, en las casas, en la personalidad y el clima de  allá a diferencia del de aquí es más frío, cae lluvia, granizo y nieve” explica Vargas cuyos ojos expresan añoranza.

Las principales dificultades que obligan a un gran número de personas (en su mayoría jóvenes) proveniente de la sierra del país a emigrar a las ciudades grandes son diversos, la pobreza, la falta de empleo, el machismo del hombre campesino y la  necesidad de una buena educación, son los que los  impulsan a dejar atrás  el lugar que los vio nacer y crecer,  y a su familia.

“Estudie hasta los 11 años en  bandurria, pero no pude continuar  con mis estudios secundarios por falta de tiempo y dinero, ya que mi padre no me quería seguir apoyando, pero ahora estoy  estudiando en un instituto de costura que es lo que me gusta.” Expresa Rosmery; con una sonrisa en el rostro.

Como todas las cosas en la vida no todo es color de rosa, la otra cara de la moneda también se hace presente ya que al abandonar todo lo que conocen para afrontar lo desconocido en una ciudad ajena no suele ser del todo satisfactorio, no siempre llegan a obtener lo que buscan y sus trabajos llegan a ser poco lucrativos donde los emigrantes pasan condiciones poco deseables y hasta míseras, siendo incluso muchos de nosotros los personajes antagónicos de estas historias de la vida diaria.

Las injusticias a las cuales están expuestas estas personas son muchas veces las causantes de climas depresivos que se pueden convertir problemas de baja autoestima, introversión, e incluso llegar a sentir ideas de autoeliminación.

“Me toco trabajar en un hogar con personas malas, los señores no me daban de comer, y cuando se iban me dejaban encerrada, también me obligaban a trabajar hasta las 9 de la noche sin descanso y en una ocasión me quede de corrido hasta la 1 de la mañana todo para recibir solo 200 soles al mes, por eso solo dure una semana en esa casa.” Dice Vargas, demostrando resentimiento en sus palabras.

Vargas nos comenta que muchas veces se siente más que sola pero sin embargo tiene que ser fuerte y seguir trabajando para poder apoyar a sus hermanos, en especial a la menor de todos con  solo 5 años sufrió la pérdida de su madre y la separación de su figura materna en la que se convirtió su hermana Rosmery.

Estos movimientos demográficos causan un contacto constante entre el campo y la urbe y que por lo tanto, el concepto de lo andino, ya no debe ser  tomado como un mundo rural y aislado del mundo criollo sino más bien unificarse para desarrollarnos solida y conjuntamente entre sí.

LA POSADA DE SIMÓN BOLIVAR

Ha sido la residencia de personas importantes a lo largo de la historia del Perú, como del histórico Libertador Simón Bolívar y el Virrey del Perú Don Gaspar de Zúñiga. Ha sido reconocida por el Papa Pío XII y elegida por el ayuntamiento como una de las casas más hermosas y mejores situadas de la ciudad. Todo esto encierra la majestuosa e histórica Casa Urquiaga – Calonge, ubicada en la Plaza Mayor de la ciudad de Trujillo.

La casa fue edificada en el siglo XVI, hace 474 años, por Don Rodrigo Lozano, el primer alcalde de la ciudad de Trujillo quien junto con su esposa e hijos vivieron en ella, luego sus herederos la vendieron a Pedro de Olmos de Alaya y después del terremoto del 14 de febrero de 1619 paso a manos del  Monasterio  de Santa María de Gracia de Santa Clara, fue reconstruida a mediados del siglo XIX.

La Casa Urquiaga después de pasar por familias, dueños y albergar ilustres personajes, que en aquella época  pertenecían al estrato  social alto de la ciudad de Trujillo, pasa a manos del español don Juan Antonio de Ochaita y Urquiaga  el 19 de agosto 1802, quien se casa con doña Petronila de Urquiaga y Anachuri siendo ellos los últimos dueños de la histórica casa.

“No se sabe con exactitud cuántas personas habitaban la casa, pero se dice que familias enteras como padres, hijos, tíos, abuelos y primos,  incluyendo a la servidumbre, que conformaban aproximadamente unos 20 ó 25 personas, vivían dentro de la casa”, comenta Claudia León Castro, actual guía de la casa histórica.

Josefa Ochaita de Urquiaga, hija de Don Juan Antonio y Doña Petronila,  heredó la casa y junto con su hijo Bernardino Calonge la reedificaron siguiendo el estilo neoclásico, ya que en un principio la casa seguía un estilo colonial, pero que luego adoptó el estilo republicano producto de la moda que en aquellas épocas predominaba y con el que se ha mantenido hasta ahora.

La Casa Urquiaga, construida con 2, 274 metros cuadrados (casi un acre),  se distribuye en torno a tres patios; para acceder a la casa, existe un portón principal que da al salón, separada del patio por una elegante reja de fierro. El primer salón, el salón de caballeros,  está decorado con hermosas lámparas y espejos de estilo imperial francés, las mesas y alfombras son de influencia europea.

En el segundo  salón, el salón de damas, las paredes están adornadas con retratos de los antiguos propietarios de la casa, entre ellos el de Don Bernardino Calonge, el primer gerente del Banco de Trujillo, la mueblería ubicada en el hermoso salón era toda peruana.

Al traspatio de la casa se accede a través de un corredor, en cuya parte superior se observan vigas de madera, por aquí ingresaba el personal de servicio y se conducía los caballos hacia las caballerizas, las habitaciones para los visitantes fueron construidos alrededor de este traspatio,  este espacio tiene como centro una pileta de piedra caliza.










Luego encontramos la histórica habitación de Simón Bolívar, que es una representación de lo que él albergó durante su estadía, está caracterizada por la cama y por los accesorios para la higiene. El comedor principal está adornado por una hermosa lámpara de bronce y vidrio pavonado además tiene mesas y sillas de madera, lo especialmente valioso es la vajilla inglesa, un regalo de Simón Bolivar.

En lo que existe del tercer patio fue lo que sí se remodeló por completo, donde quedaban las caballerizas y cuartos de sirvientes, que no se sabe originalmente cómo fueron, desapareció y el Banco solo pudo rescatar lo que ahora conocemos como el museo.

Urquiaga Jacobs vendió la casa el 12 de octubre de 1972 al Banco Central de Reserva del Perú donando todo el mobiliario, pinturas y recuerdos. La principal razón de la venta es porque sufre un terremoto en el año 70 quedando gran parte de ella destruida. El banco al adquirirla se toma un año para remodelarla y cuando abrió el Banco, abrió el Museo el 10 de marzo del año 1973 después de importantes trabajos de restauración que debieron ser consultados por el Instituto Nacional de Cultura.


León Castro nos cuenta que “a partir del año 70 ya nadie vivía en la casa y un dato curioso es que en ocasiones nos visitan señores que han conocido la casa hace muchos años, por ejemplo un señor me contó que la servidumbre no trabajaba como sirvientes sino como semiesclavos porque la familia Urquiaga no les pagaba absolutamente nada, solo les daba techo donde vivir y comida”.

El Banco Central de Reserva del Perú salvó este patrimonio histórico con el fin de contribuir a la historia de nuestra ciudad y contribuir al turismo, anualmente la casona Urquiaga es visitada por más de 14 mil turistas entre nacionales y extranjeros.

“La importancia de mostrar la historia de esta casona es en primer lugar la belleza de la arquitectura con la que ha sido construida, lo cual representa una ciudad republicana, lo segundo es la cultura e historia que encierran estas paredes de estilo republicano que promueven el desarrollo turístico de nuestra ciudad” , declaró León.

Hay muchas que por no recibir el mantenimiento y apoyo necesario se vienen abajo y en ocasiones se convierten en amenazas latentes para los transeúntes, pero si todas las empresas públicas o privadas siguieran el mismo ejemplo que el Banco Central de Reserva logró, Trujillo contaría con muchos portales que nos remontarían aproximadamente 500 años atrás, encerrándonos en un mundo alterno lleno de cultura, idiosincrasia que convertiría a la actual cuidad de la eterna primavera en la ciudad de los ventanales históricos que adornan la Plaza Mayor de Trujillo.